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Mostrando entradas de abril, 2013

Un sombrero para cada día

Cada mañana se presentaba como un nuevo reto con aquella amplia variedad de sombreros a mi total disposición. En apenas unos minutos mi aspecto se transformaba de la manera más radical y sentía cómo, bajo aquella prenda, podía ver la vida de distintas maneras. Las boinas de vivos colores me provocaban unas irrefrenables ganas de seducir. Las pamelas, en cambio, me daban un aire de sofisticación y elegancia imposibles de conseguir de ninguna otra manera. Ahora bien, con lo que más disfrutaba, sin lugar a dudas, era con las miradas ajenas. Me provocaba un inmenso placer advertir cómo las mujeres envidiaban mi aspecto y la forma en que, mediante leves codazos en las costillas de quien las acompañaba, señalaban mi presencia. Y así, un día tras otro, siempre había alguien al otro lado del escaparate dispuesto a hacerse con mi sombrero .   Tercer premio en el II Concurso de Microrrelatos "El Folio en blanco" convocado por Cadena COPE Ávila.

Demasiado tarde

La mujer que amé se ha convertido en… la más bonita de todas las novias posibles. Miro embelesado cómo allí, frente al altar, da el “sí quiero” a mi hermano mayor.                                                                                      

En su justa medida

“Y con la que está cayendo ni siquiera me puedo quejar”. Así es como suelo acabar las conversaciones en las que alguien, sorprendido por lo general, descubre que la misma chica que esa mañana le ha dispensado las recetas de su abuela, ahora le está sirviendo un ron cola, con la mitad de ropa y un par de dedos más de maquillaje encima. Porque esa soy yo, la “afortunada” pluriempleada, especie en extinción en este país. Pertenezco a la generación en la que “la bofetada a tiempo” resolvía la mayor parte de las diferencias entre padres e hijos y al echar la vista atrás, recuerdo a mi madre insistiendo en que estudiara más, que de aquello dependería mi futuro y no la creí, como tampoco la creía cuando me decía que de mayor me gustaría la verdura. Porque eso de que el trabajo dignifica será verdad, siempre y cuando uno disponga también de tiempo para dignificarse más allá de la oficina, la fábrica, el mostrador, la ventanilla o la barra. Y a la conclusión a la que llego tras tantos años c