Mi relevo apareció puntual en el museo, como siempre. Le di los buenos días, pero pasó de largo sin contestar. No le di importancia, tal vez no hubiera dormido bien. Tampoco aquella había sido mi mejor noche. Antes de salir, y puesto que ya nadie me esperaba en casa, me entretuve unos minutos vagando frente a los cuadros de la última exposición. La luz que comenzaba a filtrarse por los ventanales los hacía parecer distintos, como con más vida. Por un momento me sentí seguro, sin miedo, y tuve la extraña sensación de que ya nada malo podría pasarme. Entonces un espeluznante grito me sobresaltó. Corrí hacia la sala contigua y al entrar vi a mi compañero en el suelo, abrazado a un cuerpo ensangrentado, que no me costó reconocer. El cadáver todavía sujetaba mi arma en la mano. Microrrelato seleccionado para su publicación en el II Concurso de microrrelatos oscuros convocado por Ojos Verdes Ediciones.