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Mostrando entradas de diciembre, 2013

Postdata

Mi amor:   Hace ya dos meses que te fuiste de casa y sigo esperando que vuelvas. Cada día se me hace más dura tu ausencia, sabiendo, sobre todo, que esta vez no volverás, que definitivamente te has ido de mi lado dejando un tremendo vacío en mi vida.   Si tuviera que valorar nuestra relación podría decir con la voz bien alta que fui feliz, que gracias a ti, mi vida se llenó de color, de miles de colores, de nuevos sabores y olores, los de tu piel y tu pelo, esos que todavía permanecen en casa, agazapados entre las sábanas y los armarios, dispuestos a sorprenderme en cualquier momento, cogiéndome siempre desprevenida y con la guardia baja, para, así, sacudirme y despertarme de esto que parece un mal sueño. Son eso que tú llamabas "bofetadas de realidad". Pues bien, Mario, ya he conocido el significado de la frase, aunque hubiera preferido no tener que aprenderlo a través de ti.   Cada día al terminar de trabajar vuelvo a casa creyendo que te encontraré aquí de nue

Bienvenido a la ciudad

Ya se imaginará usted que una ciudad como esta oculta multitud de misterios entre sus murallas y ya que lo pregunta, y aunque a mí no me guste hablar de más, le diré que aquella noche la pasé en vela a cuenta de los gimoteos del perro de la vecina. Estuvo arañando la puerta de la casa hasta que a la mañana siguiente, cuando llegó la policía y la ambulancia, se esfumó. Cuentan que el animal enloqueció al descubrir el cadáver de su dueña. No es que yo haga mucho caso de los chismorreos, pero sí puedo decirle que desde entonces el chucho vaga por los alrededores como alma en pena. Es más, la señora María asegura que esa fiera no se separa de uno de los dedos de su ama, que ella lo ha visto con sus propios ojos, oiga. De todas formas, y ya que lo pregunta, le diré que éste es uno de los barrios más tranquilos de toda Ávila y que estaremos encantados de tener a alguien como usted de vecino.   Microrrelato seleccionado por el jurado para su publicación en el I Concurso de Micror

El anillo

Tras pedir en recepción que no me pasen ni una sola llamada hasta el día siguiente, subo a la habitación. Nada más entrar siento cómo el anillo me quema en el dedo. Parece como si al cruzar el umbral de la puerta, se hubiera hecho más pequeño de repente. Intento girarlo, pero parece fundido al dedo. No se mueve. Yo tampoco. Me doy cuenta de que estoy conteniendo la respiración cuando escucho el frenético bombeo de mi corazón. Me aflojo el nudo de la corbata para obtener algo más de aire. Por un momento, la única luz proveniente de la lamparita de noche, consigue serenarme algo.   A través de la puerta que conduce al cuarto de baño, se cuela el sonido del agua corriendo, que, a su vez, se mezcla con una voz femenina tarareando una irreconocible melodía. Vuelvo a intentarlo y esta vez, en lugar de girar el anillo, procuro deslizarlo. Así consigo hacerlo llegar hasta el nudillo. Sin embargo de ahí no pasa. Lo hago   varias veces sin éxito. Noto cómo el sudor comienza a formar u