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Mostrando entradas de octubre, 2013

La cena de mamá

La noche del jueves Belinda y su amante decidieron escaparse juntos. Una hora antes de la huida, limpió el pescado y lo metió en el horno. Tras fregar lo que había manchado, agarró el cuchillo más largo que encontró en la cocina,   y propinó doce puñaladas a su marido, mientras este dormitaba en el sofá; ese de cuero blanco que ella tanto odiaba por ser tan frío en invierno y tan pegajoso en verano, el mismo que su suegra se había empeñado en regalarles por su décimo aniversario y que ahora permanecía cubierto de sangre. Tras el crimen, descolgó el auricular del teléfono, marcó el número de su hijo y cuando contestó, Belinda acertó a decir: “Cariño, la cena te espera. No tardes, tu padre se enfría”.

La sorpresa

Esta vez no me costó demasiado descubrir mi regalo de cumpleaños, pues mi marido no se había tomado demasiadas molestias para esconderlo. En el cajón de la mesilla, bajo su ropa interior, encontré un hermoso anillo que, pensé, iba a ser la envidia de todas mis amigas. Ya podía imaginarlas admirando tan bella joya y alabando el exquisito gusto de mi marido. Sin embargo, la gran sorpresa llegaría al día siguiente durante la fiesta de cumpleaños cuando, ante mis ojos incrédulos, apareció mi mejor amiga con mi regalo en su dedo.   Microrrelato ganador en el concurso semanal de Radio Castellón (Cadena SER).  

La rebelión

Le hice creer que podía controlarme, que era capaz de manejar mi vida al completo. Y, sí, eso es lo que le mostré a lo largo de noventa y nueve páginas, pero en la número cien decidí plantarme. Tan sólo tuve que sentarme en el suelo y permanecer inmóvil. Han pasado ya dos años desde aquello y, todavía hoy, aquel pretencioso autor sigue sin acabar su primera novela.   Relato elegido para formar parte del libro solidario Bocados Sabrosos 3. Los beneficios de la venta serán destinados a la Asociación Provincial de Familiares de Personas con la Enfermedad de Alzheimer y otras demencias de Castellón.

Nuestro secreto

Todas las tardes mamá acude al colegio a recogerme, aunque estos últimos días no lo hace sola. El señor que la acompaña tiene la voz un poco ronca y una barba que siempre pincha. No me gusta cómo la mira y no me gusta que a cada rato la coja de la mano. Seguro que a ella tampoco porque enseguida se la suelta. Creo que no le caigo demasiado bien. Además odio que mamá me obligue a darle un beso antes de despedirnos, pero lo hago sin rechistar porque sé que ella me regalará un tebeo o un montón de cromos. Siempre lo hace, justo después de prometerle que no le contaré nada sobre su nuevo amigo a papá cuando vuelva de viaje.