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Mostrando entradas de 2013

Postdata

Mi amor:   Hace ya dos meses que te fuiste de casa y sigo esperando que vuelvas. Cada día se me hace más dura tu ausencia, sabiendo, sobre todo, que esta vez no volverás, que definitivamente te has ido de mi lado dejando un tremendo vacío en mi vida.   Si tuviera que valorar nuestra relación podría decir con la voz bien alta que fui feliz, que gracias a ti, mi vida se llenó de color, de miles de colores, de nuevos sabores y olores, los de tu piel y tu pelo, esos que todavía permanecen en casa, agazapados entre las sábanas y los armarios, dispuestos a sorprenderme en cualquier momento, cogiéndome siempre desprevenida y con la guardia baja, para, así, sacudirme y despertarme de esto que parece un mal sueño. Son eso que tú llamabas "bofetadas de realidad". Pues bien, Mario, ya he conocido el significado de la frase, aunque hubiera preferido no tener que aprenderlo a través de ti.   Cada día al terminar de trabajar vuelvo a casa creyendo que te encontraré aquí de nue

Bienvenido a la ciudad

Ya se imaginará usted que una ciudad como esta oculta multitud de misterios entre sus murallas y ya que lo pregunta, y aunque a mí no me guste hablar de más, le diré que aquella noche la pasé en vela a cuenta de los gimoteos del perro de la vecina. Estuvo arañando la puerta de la casa hasta que a la mañana siguiente, cuando llegó la policía y la ambulancia, se esfumó. Cuentan que el animal enloqueció al descubrir el cadáver de su dueña. No es que yo haga mucho caso de los chismorreos, pero sí puedo decirle que desde entonces el chucho vaga por los alrededores como alma en pena. Es más, la señora María asegura que esa fiera no se separa de uno de los dedos de su ama, que ella lo ha visto con sus propios ojos, oiga. De todas formas, y ya que lo pregunta, le diré que éste es uno de los barrios más tranquilos de toda Ávila y que estaremos encantados de tener a alguien como usted de vecino.   Microrrelato seleccionado por el jurado para su publicación en el I Concurso de Micror

El anillo

Tras pedir en recepción que no me pasen ni una sola llamada hasta el día siguiente, subo a la habitación. Nada más entrar siento cómo el anillo me quema en el dedo. Parece como si al cruzar el umbral de la puerta, se hubiera hecho más pequeño de repente. Intento girarlo, pero parece fundido al dedo. No se mueve. Yo tampoco. Me doy cuenta de que estoy conteniendo la respiración cuando escucho el frenético bombeo de mi corazón. Me aflojo el nudo de la corbata para obtener algo más de aire. Por un momento, la única luz proveniente de la lamparita de noche, consigue serenarme algo.   A través de la puerta que conduce al cuarto de baño, se cuela el sonido del agua corriendo, que, a su vez, se mezcla con una voz femenina tarareando una irreconocible melodía. Vuelvo a intentarlo y esta vez, en lugar de girar el anillo, procuro deslizarlo. Así consigo hacerlo llegar hasta el nudillo. Sin embargo de ahí no pasa. Lo hago   varias veces sin éxito. Noto cómo el sudor comienza a formar u

Un gran festín

Gracias a sus diez años de profesión, Tomás fue capaz, en pocos minutos, de saber que aquel individuo se había dado un gran festín apenas unas horas antes. Carne en salsa, tal vez corzo; algunas piezas de fruta, puede que en almíbar; frutos secos, pistachos quizá; pescado crudo; y todo ello regado con una cantidad considerable de líquido, vino tinto aparentemente. En cualquier caso, y pese a su veteranía, la parte en la que diseccionaba el estómago de los cadáveres que llegaban a sus manos, seguía resultándole la más desagradable de su labor como forense.  

Infiel

Cada mañana, mientras tú aún duermes, cojo la ropa del día anterior, esa que nunca te viene bien recoger por la noche y la acerco hasta mi nariz para olisquearla una y otra vez, primero del derecho, luego del revés. Una, dos, tres y hasta cuatro veces. De forma compulsiva, de manera obsesiva, siete días a la semana, en busca de cabellos, perfumes o carmines acusadores, a la caza de recibos incriminatorios olvidados en el bolsillo interior de tu chaqueta. Cansada ya, al cabo de los años, no me queda más remedio que inventarme una aventura, al no darme tú otra excusa mejor para poder abandonarte.   Relato seleccionado para su publicación dentro de la VII Antología del Premio Orola de Vivencias

El síndrome enciclocémilo

El primer caso que se manifestó mantuvo en vilo a toda la comunidad científica durante varios meses. El sujeto en cuestión presentaba unos síntomas realmente curiosos no descubiertos en individuo alguno hasta la fecha. Sus dedos pulgares mostraban un desproporcionado desarrollo, alcanzando un tamaño tres veces superior al habitual, eso sin mencionar la desaparición total de sus huellas dactilares o la sensible merma diaria de su masa cerebral. El paciente a estudiar, además, mostraba una incontrolable repulsa hacia todo tipo de libros, cuadros y manifestaciones artísticas de diversa índole. La sola mención de vocablos tales como soliloquio, genuflexión o grandilocuente hacían que su cuerpo convulsionara durante más de quince minutos seguidos. Lo mismo ocurría si se le mostraban imágenes de obras tales como La maja desnuda , El grito o Construcción blanda con judías hervidas . Crítico fue el día en el que le acercamos un volumen de En busca del tiempo perdido , aunque no tan gra

La cena de mamá

La noche del jueves Belinda y su amante decidieron escaparse juntos. Una hora antes de la huida, limpió el pescado y lo metió en el horno. Tras fregar lo que había manchado, agarró el cuchillo más largo que encontró en la cocina,   y propinó doce puñaladas a su marido, mientras este dormitaba en el sofá; ese de cuero blanco que ella tanto odiaba por ser tan frío en invierno y tan pegajoso en verano, el mismo que su suegra se había empeñado en regalarles por su décimo aniversario y que ahora permanecía cubierto de sangre. Tras el crimen, descolgó el auricular del teléfono, marcó el número de su hijo y cuando contestó, Belinda acertó a decir: “Cariño, la cena te espera. No tardes, tu padre se enfría”.

La sorpresa

Esta vez no me costó demasiado descubrir mi regalo de cumpleaños, pues mi marido no se había tomado demasiadas molestias para esconderlo. En el cajón de la mesilla, bajo su ropa interior, encontré un hermoso anillo que, pensé, iba a ser la envidia de todas mis amigas. Ya podía imaginarlas admirando tan bella joya y alabando el exquisito gusto de mi marido. Sin embargo, la gran sorpresa llegaría al día siguiente durante la fiesta de cumpleaños cuando, ante mis ojos incrédulos, apareció mi mejor amiga con mi regalo en su dedo.   Microrrelato ganador en el concurso semanal de Radio Castellón (Cadena SER).  

La rebelión

Le hice creer que podía controlarme, que era capaz de manejar mi vida al completo. Y, sí, eso es lo que le mostré a lo largo de noventa y nueve páginas, pero en la número cien decidí plantarme. Tan sólo tuve que sentarme en el suelo y permanecer inmóvil. Han pasado ya dos años desde aquello y, todavía hoy, aquel pretencioso autor sigue sin acabar su primera novela.   Relato elegido para formar parte del libro solidario Bocados Sabrosos 3. Los beneficios de la venta serán destinados a la Asociación Provincial de Familiares de Personas con la Enfermedad de Alzheimer y otras demencias de Castellón.

Nuestro secreto

Todas las tardes mamá acude al colegio a recogerme, aunque estos últimos días no lo hace sola. El señor que la acompaña tiene la voz un poco ronca y una barba que siempre pincha. No me gusta cómo la mira y no me gusta que a cada rato la coja de la mano. Seguro que a ella tampoco porque enseguida se la suelta. Creo que no le caigo demasiado bien. Además odio que mamá me obligue a darle un beso antes de despedirnos, pero lo hago sin rechistar porque sé que ella me regalará un tebeo o un montón de cromos. Siempre lo hace, justo después de prometerle que no le contaré nada sobre su nuevo amigo a papá cuando vuelva de viaje.

El cadáver

Llevo ya mucho tiempo contemplando el cadáver. Me resulta fascinante el desfile de insectos que se afanan en llegar hasta aquí para obtener algo de alimento. Los hay de todos los tamaños y colores, a muchos ni siquiera los había visto antes. Algunos, no conformes con llevarse un pedacito de carne, han instalado aquí mismo su nido. Cualquier hueco es válido: hay una familia entera de larvas en una de las cuencas oculares; una especie de mariposa duerme en una fosa nasal y los oídos son un frenético ir y venir de hormigas y gusanos. De vez en cuando intento asustarlos para que dejen el cuerpo en paz, pero estos monstruos nada entienden sobre el respeto a los muertos. Además, son demasiados. Cada vez más. La espera se está alargando mucho. No he visto a nadie por aquí desde el accidente. Tal vez no hayan pasado sólo días, puede que se trate de meses, a juzgar por el aspecto del cuerpo. Cuando uno muere el tiempo no se calcula de igual manera. Ojalá puedan encontrar pronto mi cadáver,

Sin rencor

-Esto nos hace daño, demasiado, de manera que vamos a acabar cuanto antes. Ya hemos firmado la autorización, aunque seguro que no te gustaría saber lo poco que nos ha costado decidirlo. Mamá lo ha tenido claro enseguida, al igual que yo. Ni siquiera mereces que te dé ningún tipo de explicación, pero lo hago porque yo ya no tengo nada de lo que avergonzarme; al contrario, he intentado ser una buena hija y tú no has estado nunca a la altura. Mamá no quiere entrar a despedirse, de manera que yo lo haré por las dos. Descansa, papá, nosotras volveremos a dormir tranquilas. Ya no tendremos miedo. Nunca más.   Silvia sale de la fría habitación de hospital, abraza a su madre y, con un tono firme y seguro, se dirige al médico allí presente: "Adelante, doctor, ya puede desconectar las máquinas".

El último golpe

Se sentó a esperar. Había recreado la escena una y mil veces en su mente y, sin embargo, nunca llegó a tener claro que fuera capaz de hacerlo. Él era como un erizo; a la menor sospecha de ataque sacaba sus afiladas púas dispuesto a defenderse, pero aquella noche, a diferencia del resto, el último golpe lo asestó ella. ¡Qué pena de alfombra!, pensó, con lo mal que sale la sangre.   Relato seleccionado para su publicación en el I Concurso de Microcuentos "Érase una vez... un microcuento" convocado por Diversidad Literaria. ISBN: 978-84-616-4425-4  

Un sombrero para cada día

Cada mañana se presentaba como un nuevo reto con aquella amplia variedad de sombreros a mi total disposición. En apenas unos minutos mi aspecto se transformaba de la manera más radical y sentía cómo, bajo aquella prenda, podía ver la vida de distintas maneras. Las boinas de vivos colores me provocaban unas irrefrenables ganas de seducir. Las pamelas, en cambio, me daban un aire de sofisticación y elegancia imposibles de conseguir de ninguna otra manera. Ahora bien, con lo que más disfrutaba, sin lugar a dudas, era con las miradas ajenas. Me provocaba un inmenso placer advertir cómo las mujeres envidiaban mi aspecto y la forma en que, mediante leves codazos en las costillas de quien las acompañaba, señalaban mi presencia. Y así, un día tras otro, siempre había alguien al otro lado del escaparate dispuesto a hacerse con mi sombrero .   Tercer premio en el II Concurso de Microrrelatos "El Folio en blanco" convocado por Cadena COPE Ávila.

Demasiado tarde

La mujer que amé se ha convertido en… la más bonita de todas las novias posibles. Miro embelesado cómo allí, frente al altar, da el “sí quiero” a mi hermano mayor.                                                                                      

En su justa medida

“Y con la que está cayendo ni siquiera me puedo quejar”. Así es como suelo acabar las conversaciones en las que alguien, sorprendido por lo general, descubre que la misma chica que esa mañana le ha dispensado las recetas de su abuela, ahora le está sirviendo un ron cola, con la mitad de ropa y un par de dedos más de maquillaje encima. Porque esa soy yo, la “afortunada” pluriempleada, especie en extinción en este país. Pertenezco a la generación en la que “la bofetada a tiempo” resolvía la mayor parte de las diferencias entre padres e hijos y al echar la vista atrás, recuerdo a mi madre insistiendo en que estudiara más, que de aquello dependería mi futuro y no la creí, como tampoco la creía cuando me decía que de mayor me gustaría la verdura. Porque eso de que el trabajo dignifica será verdad, siempre y cuando uno disponga también de tiempo para dignificarse más allá de la oficina, la fábrica, el mostrador, la ventanilla o la barra. Y a la conclusión a la que llego tras tantos años c

Aniversario

Era inevitable, año tras año seguía poniéndose nervioso ante la inminente llegada de su aniversario. Acudió a la floristería de siempre donde compró seis rosas rojas, iguales a las que le regaló en su primera cita, y dedicó la tarde a planchar su traje con sumo cuidado, tal y como ella le había enseñado. Todo listo, al día siguiente iría temprano al cementerio a felicitar a su amada.                                                               Relato publicado dentro del libro solidario "Cachitos de Amor 2", cuyos beneficios se donarán a la Asociación de familiares de personas con Alzheimer y  otras demencias de Castellón.                                  Ed. ACEN (Asociación Cultural de                                   Escritores Noveles). Febrero 2013                                            ISBN: 978-84-940518-8-3

Apuestas

Mientras se entrenaban para estar muertos, apostaban acerca de quién sería el primero de todos . Charlaban sobre la que podría ser su última cena o a quién llamarían unas horas antes de morir. Anoche Bruno ganó la apuesta del día y no pudo evitar sonreír con gesto triunfante, al resto de sus compañeros, cuando avanzaba a través del corredor de la muerte rumbo a su destino final.                                             Texto ganador del I Concurso de Microrrelatos "Pluma, Tinta y Papel", publicado en la antología "Porciones Creativas".                                                                   Diversidad Literaria, 2012                                                                  ISBN: 978-84-616-1488-7

Distorsión

Había cumplido su sueño. Tras meses de intenso sacrificio por fin había alcanzado su meta. Supo en todo momento que sería capaz de lograrlo, aunque el camino resultó ser más complicado de lo que había imaginado. Volvió a comprobar lo que la báscula marcaba: treinta y seis kilos. Sin embargo, al descubrir la imagen que el espejo le devolvía, sintió una punzada en la boca del estómago: "Tal vez necesite perder un poco más", susurró a las frías paredes de aquel cuarto de baño. Texto finalista en la categoría de Cuento Hiperbreve en el Concurso Internacional de Microficción   "Garzón Céspedes" 2012. Publicado en Pupilas de Unicornio . Los Cuadernos de las Gaviotas número 89. Ediciones Comoartes. Madrid/México D.F. 2012

De mayor quiero ser

Aquella tarde a Lidia le quedó claro que algo no estaba haciendo bien con respecto a la educación de su hija. El motivo de alarma se desató esa misma tarde cuando la profesora preguntó a sus alumnos qué les gustaría ser de mayores y su hija había respondido sin ningún atisbo de duda: “Yo de mayor quiero ser hombre”. Al requerimiento de una explicación, Sofía lo tenía bastante claro pese a su corta edad: ella no quería llevar la vida que llevaba su mamá. No estaba dispuesta, bajo ningún concepto, a pasar todo el día trabajando fuera de casa, para a su regreso seguir trabajando en las labores del hogar. A ella no le gustaba limpiar ni tampoco cocinar. Tampoco le gustaba la idea de pintarse la cara todas las mañanas ni de pasar el día encima de unos tacones, que no hacían otra cosa que deformar los pies de su mamá, porque ella se había fijado y eran unos pies bien feos. Ella quería mucho a su mamá pero no le gustaba verla refunfuñando a todas horas. Sin embargo, su papá era distinto. Él