Esta vez no me costó
demasiado descubrir mi regalo de cumpleaños, pues mi marido no se había tomado
demasiadas molestias para esconderlo. En el cajón de la mesilla, bajo su ropa
interior, encontré un hermoso anillo que, pensé, iba a ser la envidia de todas
mis amigas. Ya podía imaginarlas admirando tan bella joya y alabando el
exquisito gusto de mi marido. Sin embargo, la gran sorpresa llegaría al día
siguiente durante la fiesta de cumpleaños cuando, ante mis ojos incrédulos,
apareció mi mejor amiga con mi regalo en su dedo.
«Blanco o negro, vivir o morir...; se trata de tomar decisiones y actuar», gritaba mi padre furioso cada vez que me veía dudar. Los baños diarios en el mar, incluso durante el invierno, o la prohibición de mostrar mis sentimientos, ni siquiera durante el funeral de mamá, formaban también parte de su empeño en convertirme en un hombre de verdad, útil para este mundo. Así es que estoy seguro de que se sintió realmente orgulloso de mí cuando permanecí sentado en la arena, impasible ante sus súplicas, mientras se ahogaba aquella fría tarde del mes de abril. Microrrelato seleccionado para su publicación en la antología 100 palabras para un mundo de El Libro Feroz Ediciones .
Olé tú.
ResponderEliminarBuen texto, buenísimo y con la dosis de mala leche que tanto me encanta.
Un placer llegar hasta aquí y quedarme.
Besos y que sigas cosechando éxitos.
Sin duda, el placer es mío, Towanda.
EliminarMuchas gracias por la visita y bienvenida.