Mamá estaba hecha de historias y olía a papel impreso, pero desde hacía unos meses parecía no encontrarse demasiado bien. Fue durante el último verano que pasamos los tres juntos cuando nos dimos cuenta de que su amor por los libros se había descontrolado.
Al descubrir el estropicio que mamá había preparado en la cuenta corriente, papá me cogió de la mano y pasamos toda una calurosa tarde de agosto de librería en librería mostrando su foto para que no la dejaran entrar más. No me atreví a contarle que hacía ya un tiempo que mi hucha cada vez pesaba menos.
En esos días las peleas entre ellos se volvieron constantes. Él intentaba de mil maneras distintas que ella sacara su cara de entre las páginas y nos prestara algo de atención, pero nunca tuvo éxito. Así es que al final le dio a elegir, o ellos o nosotros. Salimos perdiendo. Una noche a principios de septiembre no volvió y al día siguiente papá se deshizo de todos los libros que invadían la casa, o eso creyó. Escondí uno porque el veneno ya anidaba dentro de mí, y desde entonces me es imposible dormir sin hundir antes la nariz dentro de él.
Este microrrelato ha resultado ganador del Concurso de relatos #elveranodemivida de Zenda.
Enhorabuena por tu selección en Zenda. Estupendo relato.👏👏
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Sara. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo.
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