Cuando papá llega a casa pasadas las diez de la noche, la mayoría de las veces lo hace vociferando el nombre de mamá mientras se empieza a desabrochar el cinturón. Es en esos momentos de terror cuando debemos decidir cómo actuar. Mamá me suplica con la mirada que no me mueva, que no haga nada. Entonces yo procuro mirar para otro lado con el ojo derecho. El izquierdo, en cambio, me lo tapo con las dos manos, por instinto, pues se me olvida que desde una de aquellas terribles noches, detrás del parche, no hay más que un oscuro vacío.
Microrrelato seleccionado para su publicación en la antología ¡Basta! + de 100 escritores y escritoras contra la violencia de género.
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