Mateo
estruja la nota contra su pecho. Camina despacio hasta el salón y abre la
puerta con la misma lentitud. Sabe que llega demasiado tarde, así que de nada
sirve ya correr. Se deja caer en la silla que hay junto a la mesa, la misma
sobre la que ella habrá puesto sus pies desnudos hace unas horas. Cuenta las
colillas que hay en el cenicero y sostiene con ternura la copa medio vacía. El
olor del licor le lleva por un instante a otro tiempo, a domingos entrelazados
en el sofá, a sobremesas eternas a su lado, a canciones de amor y películas con
final feliz.
Mateo tira
sobre la alfombra la copa y la hoja de papel maltrecha. Alarga las manos, ahora
vacías, y acaricia los pies que cuelgan frente a sus ojos. Solo entonces rompe
a llorar.
Microrrelato seleccionado para su lectura en antena en el taller radiofónico del CELARD.
Puedes escuchar el programa aquí.
Increíblemente intenso y con un final impactante a la par que truculento. Rebosa genialidad.
ResponderEliminarUn abrazo.