Ronroneamos y lamemos nuestros pelajes cariñosamente hasta que aquellos instintos que creíamos ya olvidados se van despertando. Poco a poco, mientras frotamos cada vez con más fiereza los hocicos, nuestro propio olor nos permite reconocernos. Es entonces cuando las caricias se vuelven rudas y las dentelladas violentas, dando paso a un sexo salvaje y animal. A la mañana siguiente, tras despertar espalda contra espalda, cada uno se cura sus propias heridas y volvemos a sumergirnos en los tediosos quehaceres diarios, sin apenas reparar el uno en el otro, hasta la próxima luna llena. Microrrelato ganador en la final semanal (semana 23) de la XVI Edición de Relatos en Cadena de Cadena SER y Escuela de Escritores.