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Mostrando las entradas etiquetadas como microrrelato

¿Truco o trato?

  Vampiros, momias, fantasmas y muertos vivientes esperaban con ansia la llegada de la noche más escalofriante del año. Solo entonces daban rienda suelta a su lado más oscuro y se disfrazaban de abogados, oficinistas o escritores mediocres. Microrrelato ganador mediante votación popular del Concurso de Microrrelatos Espeluznantes en las 100 Tiendas.

Duérmete, niño

  La madre mece al bebé de forma rítmica mientras le canta la nana que hasta ahora siempre había resultado infalible. Sin embargo, hoy el pequeño se agita inquieto en los brazos de la mujer hasta que acaba rompiendo en un desaforado llanto. Ella le susurra dulces palabras, aunque estas tampoco logran calmarlo. Así que lo vuelve a intentar con la canción de cuna. La entona de nuevo, y otra vez más, y una cuarta, hasta siete veces llega a repetir la melodía. Pero nada. El día ha sido demasiado largo y la mujer, a esas horas de la noche, ya no puede más, está exhausta y solo un pensamiento ocupa su cabeza: quiere dormir, necesita descansar, desconectar. En la habitación de al lado su marido, que se ha acostado hace ya un rato, permanece ajeno al insomnio de su hijo y a la creciente impaciencia de su mujer, que con cada uno de los ronquidos que atraviesan la pared acelera el ritmo con el que mece al bebé. Una vez más, se dice, y vuelve a cantar mientras continúa con el frenético vaivén...

Una familia unida

  Tras el naufragio pudimos sobrevivir en aquella pequeña isla tanto tiempo gracias a papá. Eso creemos todos, aunque es cierto que también resultó de gran ayuda que Luis, el mayor, supiera cómo encender un fuego; que mamá afilara con semejante empeño aquella piedra hasta lograr que cortara mejor que cualquier cuchillo jamonero; o que Marta demostrara esa sangre fría pese a ser la más pequeña y su favorita. Sin embargo, antes de todo eso, fue a mí a quien le tocó el arduo papel de explicarle lo difícil que nos iba a ser continuar allí sin él. Microrrelato finalista en el X Certamen de Microrrelatos del Ateneo de Mairena.

Próximo destino

  Me despierto cuando mi cabeza golpea el cristal y tardo unos segundos en tomar conciencia de dónde me encuentro. Miro el reloj. Solo han pasado dos horas desde que dejé mi vida atrás. Parece mentira lo fácil que resulta que todo se venga abajo, en apenas un instante lo que creía estable y para siempre se ha desmoronado y lo único que puedo hacer ya es salir de entre los escombros. Si hace dos días alguien me hubiera dicho que ahora mismo estaría montada en un autobús, rumbo a la otra punta del país, no lo hubiera creído. Hasta hace nada llevaba una vida tranquila. No me gustan los imprevistos, me gusta tenerlo todo bajo control y, aunque me creía valiente, tal vez sea todo lo contrario, pues no estoy haciendo otra cosa que huir. Lejos, muy lejos. Miro a mi alrededor. El autobús está repleto de gente de todo tipo. Gente joven y no tan joven, un matrimonio con dos hijos ruidosos a los que intentan convencer de que llegaremos pronto a nuestro destino, una pareja de ancianos cogidos ...

Una férrea educación

«Blanco o negro, vivir o morir...; se trata de tomar decisiones y actuar», gritaba mi padre furioso cada vez que me veía dudar.      Los baños diarios en el mar, incluso durante el invierno, o la prohibición de mostrar mis sentimientos, ni siquiera durante el funeral de mamá, formaban también parte de su empeño en convertirme en un hombre de verdad, útil para este mundo. Así es que estoy seguro de que se sintió realmente orgulloso de mí cuando permanecí sentado en la arena, impasible ante sus súplicas, mientras se ahogaba aquella fría tarde del mes de abril. Microrrelato seleccionado para su publicación en la antología 100 palabras para un mundo   de El Libro Feroz Ediciones .

Silencio

  «Ya estoy aquí», grita una noche más al llegar a casa. Lo hace con la esperanza de recibir una respuesta que le demuestre que su mujer ya ha olvidado la última pelea. Ella es demasiado cabezona y eso, la mayoría de las veces, a él le hace perder los nervios. Que luego a todas se les llena la boca con la tontería esa de la igualdad, pero ya le gustaría a él quedarse en casa y que fuera ella la que saliera a partirse el lomo cada día.  Hoy parece que tampoco se va a dignar a contestar, así es que va hasta el dormitorio, se asoma y comprueba que sigue inmóvil sobre la cama, en esa postura imposible para cualquier cuerpo. Le repite que ha llegado y, ante su obstinado silencio, enseguida cierra la puerta porque tras cuatro días el olor ahí adentro comienza a ser realmente insoportable. Seleccionado para su publicación en la antología del II Certamen de Microrrelatos Feministas de la Universidad de La Rioja.      

Amor animal

  Ronroneamos y lamemos nuestros pelajes cariñosamente  hasta que aquellos instintos que creíamos ya olvidados se van despertando. Poco a poco, mientras frotamos cada vez con más fiereza los hocicos, nuestro propio olor nos permite reconocernos. Es entonces cuando las caricias se vuelven rudas y las dentelladas violentas, dando paso a un sexo salvaje y animal. A la mañana siguiente, tras despertar espalda contra espalda, cada uno se cura sus propias heridas y volvemos a sumergirnos en los tediosos quehaceres diarios, sin apenas reparar el uno en el otro, hasta la próxima luna llena. Microrrelato ganador en la final semanal (semana 23) de la XVI Edición de Relatos en Cadena de Cadena SER y Escuela de Escritores.

El gran truco final

  El mago esperaba con paciencia escondido dentro de aquel sombrero de copa, un poco estrecho y bastante oscuro. Cuando, con una enorme destreza, aquel conejo blanco lo sacó de allí agarrado por su frondoso bigote negro, el público les dedicó una fervorosa ovación. Microrrelato presentado al IX Certamen de Relatos YK Accesorios.

Una luz en el cielo

  Nos quedamos a dormir afuera por si la volvíamos a ver sobrevolando nuestro jardín. Mi marido creía de verdad que lo que habíamos avistado un par de días atrás no era una simple estrella fugaz. Estaba obsesionado con los extraterrestres y sus naves espaciales, por eso se pasaba las noches con la mirada perdida en el cielo. Los niños y yo nos partíamos de risa y a escondidas nos burlábamos de él. Aquella noche, entró en casa un momento para coger una cerveza. Cuando volvió me encontró muda, no supe cómo explicarle que al final él tenía razón y que, antes de abducir a los pequeños, prometieron volver a por nosotros lo más pronto posible. Microrrelato mencionado por el jurado del X Concurso de Microrrelatos «Realidad ilusoria». Los relatos premiados  y seleccionados pueden leerse  aquí .

Ronquidos

A sus sesenta años no había cometido la frivolidad de llegar ni hasta las tres horas de sueño continuo. Es por esto que intentaba descansar durante el día, incapaz de hacerlo por la noche debido a los terribles ronquidos de su marido, esos gruñidos espeluznantes más propios de cualquier bestia salvaje que de un hombre civilizado. Empezaban como leves soplidos que poco a poco iban ganando fuerza y volumen hasta hacerse insoportables. Nada conseguía acallarlos, ni los chasquidos con la lengua ni los codazos en las costillas. Nada. Y aunque siempre había sido así, ella jamás se acostumbró a semejante tortura. Mucho menos desde que cada noche los empieza a escuchar, sin excepción, a las dos de la madrugada: la hora exacta en la que hace cuatro meses enviudó.

Frases hechas

  Siempre me has asegurado que tu amor es inmenso como este edificio e infinito como el universo, que me quieres tanto que morirías por mí. Se te llena la boca proclamando a los cuatro vientos que eres un hombre que siempre cumple sus promesas y que jamás me defraudarás. Pues bien, Julián, yo te digo que las palabras se las lleva el viento y que, en realidad, el movimiento se demuestra andando, así que haz el favor ahora mismo de vestirte y de salir por esa ventana; mi marido hace tiempo que anda con la mosca detrás de la oreja y el portero acaba de avisarme de que en este momento está subiendo por el ascensor. Microrrelato seleccionado para su publicación en la antología del IV Concurso Literario Camp del Turia.

Devotos

  Hemos decidido encargarnos de él como si se tratara de nuestro propio hijo porque, en realidad, somos buena gente. Dios no tuvo a bien darnos descendencia, así que estoy segura de que mandó a este joven pecador hasta nuestro hogar para que pudiéramos cuidarlo y darle una correcta educación. A veces hasta le ponemos algo de comer. Por la noche le curamos las heridas que nuestros castigos le causan durante el día, y es que él no termina de adaptarse a su nueva familia. Nos turnamos para leerle pasajes bíblicos, incluso rezamos con él, pero el maldito desagradecido no deja de suplicar que lo soltemos ya. Nos jura que no volverá a colarse en ninguna casa, que no robará jamás, ni siquiera un triste mendrugo de pan y que, a partir de ahora, acudirá a la iglesia de forma regular. Casi nos convence, pero por si solo fueran vanas promesas, hemos decidido acogerlo durante algunas semanas más. Finalista del X Premio de Microrrelatos Manuel J. Peláez.

Preadolescente

  *Imagen tomada de internet* La niña, tirada en la hierba, suplica apelando a sus diez años de amistad. Sentada a horcajadas sobre ella, la joven, con una asombrosa fuerza del carajo, aprieta su cuello hasta que deja de respirar. «Jamás te olvidaré», le susurra entonces al ya cadáver de su pequeña amiga invisible.

Un fallo en el sistema

*Detalle de El ángel caído de Alexandre Cabanel*   Me extrañó mucho que me enviaran allí sin comprobar antes mi historial, pero es cierto que mi aspecto angelical siempre me había ayudado a parecer lo que no era. Tal y como había imaginado antes de morir, el cielo era un lugar esponjoso, tranquilo y sumido en una irritante claridad. Los rubicundos seres que lo poblaban pasaban el tiempo tocando arpas, liras y laudes, desafiando a los nervios más templados. Supe que sería imposible aguantar toda la eternidad en semejantes condiciones, así es que tuve que intervenir.  No me costó hacerme con la confianza de un pequeño grupo para sacar a sus miembros de tan tediosa rutina. Al primer divertimento que nos entregamos con un inusitado fervor fue al de orinar asomados a nuestras nubes en los días de lluvia. Se morían de la risa imaginando a los todavía vivos recibiendo aquellas gotas con la cara vuelta hacia arriba. Enseguida se cansaron y reclamaron algo más de sofisticación en nues...

Cuestión de supervivencia

  Cuando papá llega a casa pasadas las diez de la noche, la mayoría de las veces lo hace vociferando el nombre de mamá mientras se empieza a desabrochar el cinturón. Es en esos momentos de terror cuando debemos decidir cómo actuar. Mamá me suplica con la mirada que no me mueva, que no haga nada. Entonces yo procuro mirar para otro lado con el ojo derecho. El izquierdo, en cambio, me lo tapo con las dos manos, por instinto, pues se me olvida que desde una de aquellas terribles noches, detrás del parche, no hay más que un oscuro vacío. Microrrelato seleccionado para su publicación en la antología ¡Basta! + de 100 escritores y escritoras contra la violencia de género.

Última hora

La población estalla indignada ante un nuevo aplazamiento del Juicio Final   Al parecer la causa sería la sobrecarga de trabajo a la que se han visto sometidos los empleados del juzgado en los últimos meses. «Nunca nos habíamos encontrado ante semejante situación. Millones de acusados han de sentarse en el banquillo y nosotros estamos desbordados. ¡Solo tenemos dos manos, por el amor de Dios!», se queja uno de los funcionarios. Ante el anuncio de este hecho miles de muertos se han echado a las calles reclamando una solución. «Llevamos más de dos mil años esperando y ahora se ríen de nosotros. Solo reclamamos lo que se nos prometió. Queremos un juicio justo para que pueda producirse nuestra resurrección cuanto antes». El magistrado, Dios Todopoderoso, ha declarado su malestar por lo sucedido y lamenta no poder hacer honor a su nombre esta vez. A todo este caos se suma el enfado de los equipos de limpieza de la ciudad a causa de la cantidad de vísceras y miembros en descomposición qu...

Puro veneno

  Mamá estaba hecha de historias y olía a papel impreso, pero desde hacía unos meses parecía no encontrarse demasiado bien. Fue durante el último verano que pasamos los tres juntos cuando nos dimos cuenta de que su amor por los libros se había descontrolado. Al descubrir el estropicio que mamá había preparado en la cuenta corriente, papá me cogió de la mano y pasamos toda una calurosa tarde de agosto de librería en librería mostrando su foto para que no la dejaran entrar más. No me atreví a contarle que hacía ya un tiempo que mi hucha cada vez pesaba menos. En esos días las peleas entre ellos se volvieron constantes. Él intentaba de mil maneras distintas que ella sacara su cara de entre las páginas y nos prestara algo de atención, pero nunca tuvo éxito. Así es que al final le dio a elegir, o ellos o nosotros. Salimos perdiendo. Una noche a principios de septiembre no volvió y al día siguiente papá se deshizo de todos los libros que invadían la casa, o eso creyó. Escondí uno porque ...

El secuestro

  Cuando llama por primera vez, le prometo que haré todo lo posible y le pido un poco de paciencia, a fin de cuentas mi marido solo lleva desaparecido una semana.  Para ganar algo más de tiempo, durante la segunda llamada veintidós días más tarde, le digo que quiero una prueba de que en realidad lo tiene secuestrado a él. ¿Qué tal un dedo?, sugiero. El dedo anular, ese en el que lleva el anillo de casado, el mismo anillo que seguro que esconde en los encuentros con sus múltiples amantes. Incluso, si quiere, la mano entera estaría bien.  Dos meses después el secuestrador insiste con una llamada más. Le cuento que ya me he acostumbrado a vivir sin él y esta vez, antes de colgar, le grito que por favor no se le ocurra volver a molestar a la hora de la siesta. Microrrelato finalista en la convocatoria de diciembre en el X Concurso de  La Microbiblioteca .

Secretos de familia

  «Que sepas que su preferido soy yo», grita Gustavo cuando nos enfadamos, y yo, rabiosa, le muestro el dedo corazón. Es cierto que, desde que mamá murió, papá pasa la mayor parte del día con él: juegan al fútbol, repasan la lección y hasta le está enseñando a pescar. Lo que mi hermano no sabe es que eso mismo es lo que papá me dice a mí cada noche cuando se cuela en mi habitación. Aunque, claro, tal y como me hizo prometer, no se lo puedo contar a nadie, ni siquiera al tonto de Gustavo. Microrrelato finalista en el Tercer Concurso de Microrrelatos «100 palabras de corazón» de  El Libro Feroz .  

La bailarina

Cae al suelo rendida. Le duelen los pies y, ahora que por fin ha dejado de girar, se encuentra mareada. Lleva ya varias semanas con la idea de escapar dando vueltas en su cabeza. Tanto tiempo dedicado a la danza, tanto sacrificio sin recompensa le ha hecho plantearse romper con este sitio, buscar una salida y un nuevo escenario sobre el que bailar. Y, por qué no, hoy es un buen día. Se levanta del suelo, se alisa el tutú, recompone su moño y antes de abandonar la habitación, a modo de despedida, lanza una tierna mirada a la pequeña caja de música desde la que acaba de saltar. Microrrelato seleccionado para su publicación en el II Concurso Literario «Camp del Turia».