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Mostrando entradas de 2020

Las cosas que echo de menos

  Nochebuena en casa de mis padres. Nochevieja en la de los tuyos. Las aglomeraciones en nuestras tiendas favoritas con las compras de última hora. Preguntar si cabemos dos más en el ascensor. Pintarme los labios. Las largas noches en los bares bebiendo de la misma copa. Taparme la boca al reír.  Esas mismas ganas de reír. Escuchar tu tos sin sentir una punzada de pánico en el pecho. La pasada Navidad o cualquiera de las últimas diez.  Quitar uvas de mi plato para ponerlas en el tuyo cuando no miras. Desear feliz Año Nuevo a todo el mundo más allá del siete de enero. Todos los días anteriores a tu ausencia. Los abrazos cuando más los necesito. Motivos para celebrar la Navidad o cualquier otra cosa. Los entierros sin aforo limitado, pues te merecías una multitudinaria despedida. A ti.   #unaNavidaddiferente

Héroes

  Mi padre era un tipo muy alto con aspecto de señor serio. Sin embargo, debajo de aquella espesa barba tras la que se escondía, había un hombre alegre que no dudaba en tirarse al suelo cada tarde, al llegar del trabajo, para jugar conmigo. El pequeño salón de nuestra casa se convertía en un campo de batalla en el que luchábamos mano a mano contra los más inverosímiles monstruos. Nuestro objetivo era claro: salvar a la princesa atrapada en el castillo. Siempre lo conseguíamos. Malheridos lográbamos llegar hasta la cocina, al otro lado del piso, y rescatábamos a mi madre de las garras de los  malos . Ella, entre risas, nos recompensaba con una estupenda cena y, después, me acostaba exhausto y feliz. Por aquel entonces mi padre era mi héroe y yo tenía claro que cuando creciera sería como él. En 1984 otro héroe se hizo un hueco en mi vida: Michael Jackson. Una tarde, mientras esperaba a que mi padre llegase, pude ver por televisión el videoclip de  Thriller . La sensación de terror y fasc

La bailarina

Cae al suelo rendida. Le duelen los pies y, ahora que por fin ha dejado de girar, se encuentra mareada. Lleva ya varias semanas con la idea de escapar dando vueltas en su cabeza. Tanto tiempo dedicado a la danza, tanto sacrificio sin recompensa le ha hecho plantearse romper con este sitio, buscar una salida y un nuevo escenario sobre el que bailar. Y, por qué no, hoy es un buen día. Se levanta del suelo, se alisa el tutú, recompone su moño y antes de abandonar la habitación, a modo de despedida, lanza una tierna mirada a la pequeña caja de música desde la que acaba de saltar. Microrrelato seleccionado para su publicación en el II Concurso Literario «Camp del Turia».

Desconocidos

  Imagen tomada de internet La mujer sube al metro un par de paradas después que él. Como cada mañana se dirige a la oficina en la que trabaja desde hace diez años de siete a tres. Él también va a trabajar, pero hoy se ha levantado más temprano que de costumbre y ha cogido el metro de «y dieciséis». Por eso todos los rostros que hay a su alrededor le resultan nuevos y se entretiene observándolos. La mujer enseguida repara en él, agradecida por encontrar una cara nueva entre las mismas de siempre. Al sentarse junto al hombre, le roza de forma intencionada la rodilla y, tras pedirle unas tímidas disculpas, inician una conversación trivial. Unas paradas más tarde la charla da un giro y se vuelve más personal, más cálida. Hasta se atreven con un leve flirteo.  En cada estación baja y sube gente a raudales, pero la atención de la pareja ya está muy lejos de lo que ocurre a su alrededor. Ahora solo se miran y se escuchan entre ellos, todo lo demás es un molesto ruido de fondo. Conforme el me

Mi familia

  Ilustración de José Merlos En el ascensor hay un cartel pegado a la puerta en el que se lee «AVERIADO». No parece un buen presagio. Subo por las escaleras cargado con dos maletas a punto de reventar. En el rellano del segundo piso tengo que parar para recobrar el aliento. Aquí hoy han comido coliflor. Reanudo la subida antes de que el asqueroso olor se haga un hueco entre mi ropa. Cuando llego al quinto dejo caer las maletas al suelo, me seco la frente y busco la llave en mi bolsillo. No puedo evitar sonreír. Al fin estoy frente a la puerta de mi casa. Un piso modesto en las afueras de la ciudad, pequeño, muy pequeño, pero con un alquiler asequible. No tan asequible, en realidad, pero sí al menos habitable y no como los cientos de cuadras y estercoleros que me he visto obligado a visitar antes de encontrar este. Nada que una buena mano de pintura y tres o cuatro chapuzas no puedan arreglar. Introduzco la llave en la cerradura y cuando voy a entrar dos nenas se abalanzan sobre mí. —¡B

El bebé

Imagen tomada de la red. Después de mucho tiempo, gracias a la ciencia hemos logrado nuestro sueño. Atrás quedan unos años repletos de angustia y constantes frustraciones, que a punto han estado de acabar con nuestra relación. Cierto es que también todo el proceso ha supuesto un tremendo esfuerzo económico, pero ahora contemplando su carita todo eso parece muy lejano. Nuestro bebé es pelirrojo, como su padre, y tiene la misma nariz que yo; sin duda se trata de la mezcla perfecta entre ambos. Y, además, lo mejor de este avanzado modelo es que permite su completa desconexión durante ocho horas al día. Microrrelato presentado al Concurso de Microrrelatos Científicos de Fundación Aquae.

La primera familia feliz

Imagen tomada de la red. Cada mañana Adán sale a la calle a ganarse el pan con el sudor de su frente. Eva, en cambio, se queda en casa para ocuparse de que todo esté en absoluto orden. Pese a su abultado vientre se desenvuelve con gran destreza. Quedan apenas un par de semanas para parir con dolor al bebé y no quiere dejar que nada escape a su control. Adora la limpieza y no concibe mayor placer que el de ver su hogar recogido, cada cosa ocupando su lugar exacto: las hojas de parra recién planchadas agrupadas por colores en los armarios, las manzanas formando una pirámide perfecta en el frutero, el pescado en el horno en su justo punto de sal y la serpiente con las zapatillas en la boca, junto a la puerta, esperando a que llegue Adán.   Microrrelato finalista en el programa El sillón de terciopelo verde de Aragón Radio. Aparece por  aquí   a partir del minuto 41:14,  aunque lo que de verdad merece la pena es escuchar el programa entero.

Rutinas

Como cada tarde a la misma hora, ella se asoma al balcón con una copa y extiende el brazo hacia la ventana de la casa de al lado. Desde allí, él le sirve el vino, siempre distinto al del día anterior por aquello de romper con la rutina. Se cuentan las últimas horas —lo que han visto u oído y, sobre todo, lo que han sentido— mientras disfrutan del vino, perfecta excusa para alejarse un rato de la tan temida soledad. A las ocho en punto cada uno deja su copa ya vacía y comienzan a aplaudir. Micro presentado al III Concurso de microrrelatos La Diligente.

Liquidación

«Me lo llevo todo», dijo el cliente entusiasmado. El vendedor, entonces, sacó del almacén un montón de cajas de cartón y las llenó con ropa, complementos, algún que otro maniquí, varias estanterías, mi bolígrafo azul, mi cuaderno de tapas grises y, justo al final, empaquetó a este estupefacto escritor. Microrrelato presentado al VI Certamen de relatos YK Accesorios.

Malos tiempos

Foto tomada de internet Tiende la capa y los calzones, es la tercera vez que lava el uniforme en estas tres últimas semanas, pero en algo tiene que emplear las horas. Tantos días encerrado empiezan a pesarle. Corren malos tiempos para los superhéroes: con las calles vacías de delincuentes no hay nada que hacer, además sabe que se arriesga a una buena multa si lo pillan volando por ahí, y no está la cosa como para desembolsar euros a lo tonto. Ni siquiera los suicidas se animan a lanzarse desde los balcones, así es imposible salvar a nadie. Ahora esos mismos balcones se han convertido en lugares de encuentro adonde acudir puntuales cada día para aplaudir y poner cara a los vecinos que hasta hace muy poco eran prácticamente invisibles. Que parece mentira que haya tenido que avecinarse el apocalipsis para darse cuenta de que contra este enemigo no puede hacer nada y que la categoría de superhéroe se le ha quedado grande. Es hora de dejarse cuidar y ponerse en sus manos: en las