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Imagen tomada de la red. |
Cada mañana Adán sale a la calle a ganarse el pan con el sudor de su frente. Eva, en cambio, se queda en casa para ocuparse de que todo esté en absoluto orden. Pese a su abultado vientre se desenvuelve con gran destreza. Quedan apenas un par de semanas para parir con dolor al bebé y no quiere dejar que nada escape a su control. Adora la limpieza y no concibe mayor placer que el de ver su hogar recogido, cada cosa ocupando su lugar exacto: las hojas de parra recién planchadas agrupadas por colores en los armarios, las manzanas formando una pirámide perfecta en el frutero, el pescado en el horno en su justo punto de sal y la serpiente con las zapatillas en la boca, junto a la puerta, esperando a que llegue Adán.
Pintas el paraíso de lo cotidiano con fina ironía.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, José Antonio. Siempre es una gozada encontrarme tus comentarios.
EliminarUn abrazo.
Me encantó cuando lo oí y me encanta ahora. Enhorabuena.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Margarita. Enhorabuena también por el tuyo, me gustó mucho. Es una alegría que te hayas unido a «El sillón». Un abrazo.
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