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Mostrando las entradas etiquetadas como relato

Caído del cielo

  I Suena el teléfono por tercera vez. El hombre se resiste a salir de la cama en la que lleva tumbado los últimos días. Su piel y las sábanas arrugadas bajo las que se esconde del mundo comienzan a rezumar el mismo hedor. La habitación permanece a oscuras, la persiana bajada y la puerta cerrada no le permiten adivinar si es de día o de noche. El teléfono vuelve a sonar. Hace un esfuerzo titánico para levantarse y arrastra los pies a lo largo del pasillo hasta alcanzar el aparato. El resto de la casa permanece también en penumbra, está anocheciendo. Por fin descuelga. Al otro lado su madre se muestra preocupada por él. Sabe que lo está pasando mal, pero eso no le da derecho a desaparecer, a no dar señales durante días, a olvidarse de ella, a hacer como si el resto del mundo no existiera, le recrimina. Vendrás a cenar, le ordena. El hombre camina despacio, con la mirada ausente, como un autómata. Justo antes de llegar al portal de la casa de sus padres escucha cómo alguien lo llama ...

Ave salvaje

  Algunos días mamá quería volar, por eso a veces la encontrábamos subida al alfeizar de la ventana, batiendo sus brazos, dispuesta a dar el gran salto mortal. Es entonces cuando nos acercábamos muy despacio para no asustar a aquella ave salvaje y, una vez detrás, nos abalanzábamos sobre cada una de sus piernas. Mientras la sujetábamos todo lo fuerte que podíamos gritábamos para que papá viniese a ayudarnos. Una vez sobre la alfombra de la habitación, todo eran abrazos, llantos, gritos y mocos. Ese mismo día mamá desaparecía durante una temporada y a nosotras nos invadía un alivio triste o una tristeza aliviada, que transitábamos en casa de los abuelos, ya que papá se sentía demasiado cansado para hacerse cargo de su dolor y de nosotras al mismo tiempo. No se lo reprochamos jamás.  A mamá no podíamos verla durante esas temporadas en las que permanecía en el  taller de reparación , como nos contaba papá cada noche por teléfono. Allí se encargaban de restaurar su salud ment...

La cita

  Las sirenas de las ambulancias detonarán el silencio de su casa. Ella se despertará asustada. Observará a su alrededor y, tras unos segundos de desconcierto, recordará que se quedó dormida en el sofá. Mirará su reloj y descubrirá que ya no podrá llegar a tiempo a la cita. Hace más de media hora que tendría que haberse encontrado con él. Se pondrá furiosa consigo misma y cuando se disponga a buscar su móvil entre los cojines, las imágenes del televisor captarán toda su atención.  Enseguida reconocerá la cafetería en la que han quedado. Verá cómo el cartel con el nombre del local cuelga ahora a lo largo de la fachada siguiendo un rítmico vaivén, como el de un cuerpo recién ahorcado. Mirará incrédula cómo han desaparecido los cristales que antes resguardaban la terraza, dejando al desnudo una estructura metálica retorcida de forma absurda, y aún le costará un momento reconocer que los bultos que yacen en el suelo, bajo los cristales, entre el amasijo de lo que antes fueron sill...

Amante voraz

  Está ante mí, en mi propia habitación, y apenas puedo creerlo. Es ella, la mujer de mis sueños. No, qué va, es mucho mejor que la mujer que hasta ahora ha protagonizado todas mis fantasías. Y no es que sea grande, es que es enorme, inmensa, más aún, es mastodóntica. Baila para mí, le digo, y ella se contonea de forma torpe haciendo temblar el suelo. El suave bamboleo de sus carnes me mantiene hipnotizado frente a ella. Permanezco unos minutos más sentado en la butaca, disfrutando de un espectáculo que me gustaría que durara hasta el amanecer. Mejor todavía, que no acabara nunca. Ella sonríe mientras me muestra su cuerpo desnudo sin ningún pudor. Gira sobre sí misma y se deja caer encima de la cama. Por un instante temo que el viejo mueble no aguante su peso, pero lo hace, no sin antes quejarse con un estremecedor crujido. Mi diosa yace sobre la cama y yo la tengo como el mástil de un barco, como un ariete vikingo, como un misil a punto de explotar. Me levanto y me dirijo hacia la...

Héroes

  Mi padre era un tipo muy alto con aspecto de señor serio. Sin embargo, debajo de aquella espesa barba tras la que se escondía, había un hombre alegre que no dudaba en tirarse al suelo cada tarde, al llegar del trabajo, para jugar conmigo. El pequeño salón de nuestra casa se convertía en un campo de batalla en el que luchábamos mano a mano contra los más inverosímiles monstruos. Nuestro objetivo era claro: salvar a la princesa atrapada en el castillo. Siempre lo conseguíamos. Malheridos lográbamos llegar hasta la cocina, al otro lado del piso, y rescatábamos a mi madre de las garras de los  malos . Ella, entre risas, nos recompensaba con una estupenda cena y, después, me acostaba exhausto y feliz. Por aquel entonces mi padre era mi héroe y yo tenía claro que cuando creciera sería como él. En 1984 otro héroe se hizo un hueco en mi vida: Michael Jackson. Una tarde, mientras esperaba a que mi padre llegase, pude ver por televisión el videoclip de  Thriller . La sensación de...

Mi familia

  Ilustración de José Merlos En el ascensor hay un cartel pegado a la puerta en el que se lee «AVERIADO». No parece un buen presagio. Subo por las escaleras cargado con dos maletas a punto de reventar. En el rellano del segundo piso tengo que parar para recobrar el aliento. Aquí hoy han comido coliflor. Reanudo la subida antes de que el asqueroso olor se haga un hueco entre mi ropa. Cuando llego al quinto dejo caer las maletas al suelo, me seco la frente y busco la llave en mi bolsillo. No puedo evitar sonreír. Al fin estoy frente a la puerta de mi casa. Un piso modesto en las afueras de la ciudad, pequeño, muy pequeño, pero con un alquiler asequible. No tan asequible, en realidad, pero sí al menos habitable y no como los cientos de cuadras y estercoleros que me he visto obligado a visitar antes de encontrar este. Nada que una buena mano de pintura y tres o cuatro chapuzas no puedan arreglar. Introduzco la llave en la cerradura y cuando voy a entrar dos nenas se abalanzan sobre mí....

El elegido

Alguien debió de haber calumniado a Josef K,  puesto que, sin haber hecho nada malo,  fueron a arrestarlo una mañana. El proceso .  Franz Kafka El chico permanece tendido sobre el suelo. Siente el calor de su propia sangre mientras se deja arrullar por el griterío de la gente a su alrededor. Cierra los ojos y, por fin, descansa. Apenas media hora antes Marcelo corre a refugiarse en la biblioteca del instituto cuando suena el timbre. No hay demasiados chicos a esa hora, solo algunos de los castigados y un puñado de los otros, los empollones. El resto prefiere quedarse afuera, al aire libre, como presos en su hora de recreo, sabiendo que disponen de poco tiempo antes de volver a ser encerrados. Marcelo se sienta solo en una de las mesas, frente a la puerta y cerca de ella. Saca de su mochila un libro y, con las manos temblorosas, lo abre e intenta concentrarse en su lectura. Alguien debió de haber…  Eso es, alguien debió de haberle avisa...

Cómo recoger un premio literario en cinco sencillos pasos

PRIMER PASO : Para empezar, y por muy increíble que pueda parecerle, asuma que usted es una de las ganadoras del certamen. Felicite, cómo no, al resto de afortunados: ENHORABUENA A CELIA, NICOLÁS, IRENE, SARA, SONIA, MARÍA, MARINA Y TAMARA. SEGUNDO PASO : Advierta a los asistentes que lo suyo no es hablar en público y que, por suerte, escribir se le da bastante mejor, así es que procure no improvisar ni dejar nada al azar: usted todavía no dispone de las tablas necesarias para ello. TERCER PASO : Agradezca al público su asistencia. Agradezca también al ayuntamiento de Nájera, al instituto Esteban Manuel de Villegas y al jurado del concurso la elección de su relato. Aproveche también la oportunidad para darle las gracias a su madre por todo, así, en general; a Raúl por su inagotable paciencia y sus continuas lecciones de vida; y a sus chicas y chicos de la UPL por su incondicional apoyo y sus críticas no lo suficientemente despiadadas. CUARTO PASO : Cree cierta tensión ...