Imagen tomada de internet La mujer sube al metro un par de paradas después que él. Como cada mañana se dirige a la oficina en la que trabaja desde hace diez años de siete a tres. Él también va a trabajar, pero hoy se ha levantado más temprano que de costumbre y ha cogido el metro de «y dieciséis». Por eso todos los rostros que hay a su alrededor le resultan nuevos y se entretiene observándolos. La mujer enseguida repara en él, agradecida por encontrar una cara nueva entre las mismas de siempre. Al sentarse junto al hombre, le roza de forma intencionada la rodilla y, tras pedirle unas tímidas disculpas, inician una conversación trivial. Unas paradas más tarde la charla da un giro y se vuelve más personal, más cálida. Hasta se atreven con un leve flirteo. En cada estación baja y sube gente a raudales, pero la atención de la pareja ya está muy lejos de lo que ocurre a su alrededor. Ahora solo se miran y se escuchan entre ellos, todo lo demás es un molesto ruido de fondo. Confo...