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Mostrando las entradas etiquetadas como Celard

La noche de las librerías

Cada 11 de noviembre, a esa hora en la que las calles se empiezan a vaciar y las luces de los escaparates se apagan, el Principito aporrea la cubierta –una excelente edición en tapa dura– de Alicia. Ella, entonces, se asoma tímida entre las páginas y le deja entrar.  Casi al mismo tiempo, el capitán Alatriste y Drácula se apresuran a continuar su partida de ajedrez. A su lado, Sherlock Holmes se lamenta de que tampoco este año ha conseguido dejar de fumar. En un pasillo cercano, Hércules Poirot prosigue con su interrogatorio a un nervioso Christian Grey, que asegura haber extraviado una de sus sombras, mientras en la sección de clásicos se guarda un minuto de silencio por los descatalogados. A la mañana siguiente, cuando la librería abre, ya no queda ni rastro de las letras, frases y párrafos que don Quijote ha tirado por el suelo, empeñado, un año más, en derribar la estantería de las novedades a lomos del dinosaurio de Monterroso. Microrrelato seleccionado para ser l...

Sus pies desnudos

Mateo estruja la nota contra su pecho. Camina despacio hasta el salón y abre la puerta con la misma lentitud. Sabe que llega demasiado tarde, así que de nada sirve ya correr. Se deja caer en la silla que hay junto a la mesa, la misma sobre la que ella habrá puesto sus pies desnudos hace unas horas. Cuenta las colillas que hay en el cenicero y sostiene con ternura la copa medio vacía. El olor del licor le lleva por un instante a otro tiempo, a domingos entrelazados en el sofá, a sobremesas eternas a su lado, a canciones de amor y películas con final feliz. Mateo tira sobre la alfombra la copa y la hoja de papel maltrecha. Alarga las manos, ahora vacías, y acaricia los pies que cuelgan frente a sus ojos. Solo entonces rompe a llorar. Microrrelato seleccionado para su lectura en antena en el taller radiofónico del CELARD.  Puedes escuchar el programa  aquí .

Conciliación familiar

Hoy han quedado y por eso él sale a toda prisa de su trabajo. Conduce hasta la otra punta de la ciudad. El hotel está a las afueras, en un barrio tranquilo en el que difícilmente podría encontrarse con alguna cara conocida. Cuando llega, ella ya está en la terraza. Espera sentada, con la mirada perdida, pero apenas puede disimular su impaciencia: el constante jugueteo con su anillo la delata. Él avanza despacio hacia ella y cuando sus miradas se encuentran le hace un gesto con la cabeza. La mujer apura su café y sigue al hombre. Suben a la habitación, la de siempre, uno detrás del otro, manteniendo la distancia, como si fueran dos desconocidos. Una vez dentro, su urgencia es tal que apenas se desvisten. Se enredan el uno en el otro, se arañan, sudan y gimen como si aquella fuera su primera vez. Media hora después ella abandona el hotel primero, tiene que volver a la oficina. Antes le recuerda que hoy es él el que tiene que recoger a los niños en el colegio y qu...