Hoy han quedado y
por eso él sale a toda prisa de su trabajo. Conduce hasta la otra punta de la
ciudad. El hotel está a las afueras, en un barrio tranquilo en el que
difícilmente podría encontrarse con alguna cara conocida. Cuando llega, ella ya
está en la terraza. Espera sentada, con la mirada perdida, pero apenas puede
disimular su impaciencia: el constante jugueteo con su anillo la delata. Él
avanza despacio hacia ella y cuando sus miradas se encuentran le hace un gesto
con la cabeza. La mujer apura su café y sigue al hombre. Suben a la habitación,
la de siempre, uno detrás del otro, manteniendo la distancia, como si fueran
dos desconocidos.
Una vez dentro, su
urgencia es tal que apenas se desvisten. Se enredan el uno en el otro, se
arañan, sudan y gimen como si aquella fuera su primera vez.
Media hora después
ella abandona el hotel primero, tiene que volver a la oficina. Antes le recuerda
que hoy es él el que tiene que recoger a los niños en el colegio y que no es
necesario que la esperen para cenar, un día más saldrá tarde de trabajar.
Microrrelato seleccionado para su lectura en antena en el taller radiofónico del CELARD.
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