Ir al contenido principal

Agotamiento extremo






Clara, mi mujer, vivía permanentemente cansada. Es por eso que, aquella tarde, al llegar a casa, no me extrañó encontrarla durmiendo en el sofá. Preparé la cena e intenté despertarla, pero lo único que obtuve fue una sarta de exabruptos que preferí ignorar.
            A partir de entonces hubo muchos otros intentos, si bien es cierto que, a medida que el tiempo pasaba, mis métodos tendían a ser más radicales: de las caricias, los susurros y las cosquillas, pasé a taparle la nariz, darle fuertes meneos o gritar hasta quedarme afónico. Nada la despertó.
Cuando la desesperación se convirtió en angustia, hice pasar por aquel sofá a varios médicos que, sin excepción, dictaminaron que se trataba de un caso de agotamiento extremo. Nada que una buena cura de sueño no pudiera remediar.
Tuve, poco a poco, que aprender a convivir con aquella nueva mujer, más silenciosa y menos divertida, pero no por eso quise renunciar a todos nuestros planes.
Los días pasan rápido. Demasiado. Cuatro años ya.
Ahora mi única esperanza es que no tarde mucho más tiempo en despertarse porque soy incapaz de decidirme por un nombre y el niño ya está a punto de empezar a andar.



Finalista en el concurso de microrrelatos "Un sofá es algo más que un sitio donde sentarse" convocado por Sofás Fama. 

Comentarios

  1. Vivimos dormidos y, sin embargo, tu surrealismo puede despertar a un muerto.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Una férrea educación

«Blanco o negro, vivir o morir...; se trata de tomar decisiones y actuar», gritaba mi padre furioso cada vez que me veía dudar.      Los baños diarios en el mar, incluso durante el invierno, o la prohibición de mostrar mis sentimientos, ni siquiera durante el funeral de mamá, formaban también parte de su empeño en convertirme en un hombre de verdad, útil para este mundo. Así es que estoy seguro de que se sintió realmente orgulloso de mí cuando permanecí sentado en la arena, impasible ante sus súplicas, mientras se ahogaba aquella fría tarde del mes de abril. Microrrelato seleccionado para su publicación en la antología 100 palabras para un mundo   de El Libro Feroz Ediciones .

Una familia unida

  Tras el naufragio pudimos sobrevivir en aquella pequeña isla tanto tiempo gracias a papá. Eso creemos todos, aunque es cierto que también resultó de gran ayuda que Luis, el mayor, supiera cómo encender un fuego; que mamá afilara con semejante empeño aquella piedra hasta lograr que cortara mejor que cualquier cuchillo jamonero; o que Marta demostrara esa sangre fría pese a ser la más pequeña y su favorita. Sin embargo, antes de todo eso, fue a mí a quien le tocó el arduo papel de explicarle lo difícil que nos iba a ser continuar allí sin él. Microrrelato finalista en el X Certamen de Microrrelatos del Ateneo de Mairena.

Silencio

  «Ya estoy aquí», grita una noche más al llegar a casa. Lo hace con la esperanza de recibir una respuesta que le demuestre que su mujer ya ha olvidado la última pelea. Ella es demasiado cabezona y eso, la mayoría de las veces, a él le hace perder los nervios. Que luego a todas se les llena la boca con la tontería esa de la igualdad, pero ya le gustaría a él quedarse en casa y que fuera ella la que saliera a partirse el lomo cada día.  Hoy parece que tampoco se va a dignar a contestar, así es que va hasta el dormitorio, se asoma y comprueba que sigue inmóvil sobre la cama, en esa postura imposible para cualquier cuerpo. Le repite que ha llegado y, ante su obstinado silencio, enseguida cierra la puerta porque tras cuatro días el olor ahí adentro comienza a ser realmente insoportable. Seleccionado para su publicación en la antología del II Certamen de Microrrelatos Feministas de la Universidad de La Rioja.