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Rutinas


Como cada tarde a la misma hora, ella se asoma al balcón con una copa y extiende el brazo hacia la ventana de la casa de al lado. Desde allí, él le sirve el vino, siempre distinto al del día anterior por aquello de romper con la rutina. Se cuentan las últimas horas —lo que han visto u oído y, sobre todo, lo que han sentido— mientras disfrutan del vino, perfecta excusa para alejarse un rato de la tan temida soledad.
A las ocho en punto cada uno deja su copa ya vacía y comienzan a aplaudir.





Micro presentado al III Concurso de microrrelatos La Diligente.

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