Ir al contenido principal

Postdata


Mi amor:

  Hace ya dos meses que te fuiste de casa y sigo esperando que vuelvas. Cada día se me hace más dura tu ausencia, sabiendo, sobre todo, que esta vez no volverás, que definitivamente te has ido de mi lado dejando un tremendo vacío en mi vida.

  Si tuviera que valorar nuestra relación podría decir con la voz bien alta que fui feliz, que gracias a ti, mi vida se llenó de color, de miles de colores, de nuevos sabores y olores, los de tu piel y tu pelo, esos que todavía permanecen en casa, agazapados entre las sábanas y los armarios, dispuestos a sorprenderme en cualquier momento, cogiéndome siempre desprevenida y con la guardia baja, para, así, sacudirme y despertarme de esto que parece un mal sueño. Son eso que tú llamabas "bofetadas de realidad". Pues bien, Mario, ya he conocido el significado de la frase, aunque hubiera preferido no tener que aprenderlo a través de ti.

  Cada día al terminar de trabajar vuelvo a casa creyendo que te encontraré aquí de nuevo, sentado en tu despacho, leyendo o escribiendo, con el pelo revuelto y con la patilla de tus gafas en la boca, esas que te hacen parecer un niño bueno cuando te las pones. Pero siempre pasa lo mismo: giro la llave de la puerta y lo único que sale a recibirme es un estremecedor silencio al que inmediatamente tengo que hacerle frente, bien sea con la radio o con la televisión, para no terminar derrumbándome, como ya es frecuente que pase. En el trabajo me han dicho que puedo tomarme los días que necesite, imagina cómo me verán, pero yo no quiero, me da pánico estar sola.

  No te guardo ningún rencor porque sé que si hubieras podido elegir, sin duda te habrías quedado junto a mí. Tengo un sueño que se repite cada noche: sueño que estoy acostada en la cama y vienes a darme un beso, ese que no recibí el día que te marchaste. Te acercas despacio, besas mi mejilla y me susurras al oído: "Adiós princesa". Pero justo cuando voy a incorporarme para pedirte que no me dejes, tú te conviertes en él, en el hombre uniformado que aquel día llamó a nuestra puerta para decirme que ya no volverías, que tu viaje de negocios y, en definitiva, nuestro viaje juntos, había terminado en la mediana de aquella autopista.

                                                                Siempre tuya,

                                                                             

                                                          Tu princesa.

Carta seleccionada como finalista y publicada dentro del libro "Retales Literarios 2013".

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Truco o trato?

  Vampiros, momias, fantasmas y muertos vivientes esperaban con ansia la llegada de la noche más escalofriante del año. Solo entonces daban rienda suelta a su lado más oscuro y se disfrazaban de abogados, oficinistas o escritores mediocres. Microrrelato ganador mediante votación popular del Concurso de Microrrelatos Espeluznantes en las 100 Tiendas.

Una familia unida

  Tras el naufragio pudimos sobrevivir en aquella pequeña isla tanto tiempo gracias a papá. Eso creemos todos, aunque es cierto que también resultó de gran ayuda que Luis, el mayor, supiera cómo encender un fuego; que mamá afilara con semejante empeño aquella piedra hasta lograr que cortara mejor que cualquier cuchillo jamonero; o que Marta demostrara esa sangre fría pese a ser la más pequeña y su favorita. Sin embargo, antes de todo eso, fue a mí a quien le tocó el arduo papel de explicarle lo difícil que nos iba a ser continuar allí sin él. Microrrelato finalista en el X Certamen de Microrrelatos del Ateneo de Mairena.

Duérmete, niño

  La madre mece al bebé de forma rítmica mientras le canta la nana que hasta ahora siempre había resultado infalible. Sin embargo, hoy el pequeño se agita inquieto en los brazos de la mujer hasta que acaba rompiendo en un desaforado llanto. Ella le susurra dulces palabras, aunque estas tampoco logran calmarlo. Así que lo vuelve a intentar con la canción de cuna. La entona de nuevo, y otra vez más, y una cuarta, hasta siete veces llega a repetir la melodía. Pero nada. El día ha sido demasiado largo y la mujer, a esas horas de la noche, ya no puede más, está exhausta y solo un pensamiento ocupa su cabeza: quiere dormir, necesita descansar, desconectar. En la habitación de al lado su marido, que se ha acostado hace ya un rato, permanece ajeno al insomnio de su hijo y a la creciente impaciencia de su mujer, que con cada uno de los ronquidos que atraviesan la pared acelera el ritmo con el que mece al bebé. Una vez más, se dice, y vuelve a cantar mientras continúa con el frenético vaivén...