Después del brutal accidente nos tuvimos
que mudar a las afueras de la ciudad junto a mis padres. Nuestro nuevo hogar se
encontraba en un paraje muy tranquilo, alejado de las molestas voces y ruidos de
la ciudad, sin embargo los niños no acababan de acostumbrarse. Echaban de menos
a su madre y preguntaban por ella constantemente. Yo la visitaba a diario en el
hospital y pasaba las noches a su lado a la espera de volver a ver abiertos sus
inmensos ojos verdes. Tras el paso de los meses me convertí en el único testigo
de su lenta mejoría hasta que ella, al fin, pudo abandonar el hospital. Aquella
noche volví a casa desolado. Cómo explicarle a los niños que mamá, de momento,
no podría mudarse a nuestro acogedor panteón familiar.
Microrrelato seleccionado para su publicación en el I Concurso de microrrelatos convocado por Ojos Verdes Ediciones.
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