«Que sepas que su preferido soy yo», grita Gustavo cuando nos enfadamos, y yo, rabiosa, le muestro el dedo corazón. Es cierto que, desde que mamá murió, papá pasa la mayor parte del día con él: juegan al fútbol, repasan la lección y hasta le está enseñando a pescar. Lo que mi hermano no sabe es que eso mismo es lo que papá me dice a mí cada noche cuando se cuela en mi habitación. Aunque, claro, tal y como me hizo prometer, no se lo puedo contar a nadie, ni siquiera al tonto de Gustavo.
Microrrelato finalista en el Tercer Concurso de Microrrelatos «100 palabras de corazón» de El Libro Feroz.
Jo, impacta. Y más con la ingenuidad con que lo cuentas. Enhorabuena doble, Rakel.
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