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El síndrome enciclocémilo


El primer caso que se manifestó mantuvo en vilo a toda la comunidad científica durante varios meses. El sujeto en cuestión presentaba unos síntomas realmente curiosos no descubiertos en individuo alguno hasta la fecha. Sus dedos pulgares mostraban un desproporcionado desarrollo, alcanzando un tamaño tres veces superior al habitual, eso sin mencionar la desaparición total de sus huellas dactilares o la sensible merma diaria de su masa cerebral. El paciente a estudiar, además, mostraba una incontrolable repulsa hacia todo tipo de libros, cuadros y manifestaciones artísticas de diversa índole. La sola mención de vocablos tales como soliloquio, genuflexión o grandilocuente hacían que su cuerpo convulsionara durante más de quince minutos seguidos. Lo mismo ocurría si se le mostraban imágenes de obras tales como La maja desnuda, El grito o Construcción blanda con judías hervidas. Crítico fue el día en el que le acercamos un volumen de En busca del tiempo perdido, aunque no tan grave como en el que aquella investigadora venida desde Canadá intentó leerle un fragmento elegido aleatoriamente de Rayuela. Esta primera investigación llegó a su fin cuando el paciente, sin ningún tipo de aviso, abrió la boca y sus propias palabras se lo tragaron.

 
                            

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