Cada mañana, mientras tú aún
duermes, cojo la ropa del día anterior, esa que nunca te viene bien recoger por
la noche y la acerco hasta mi nariz para olisquearla una y otra vez, primero
del derecho, luego del revés. Una, dos, tres y hasta cuatro veces. De forma
compulsiva, de manera obsesiva, siete días a la semana, en busca de cabellos,
perfumes o carmines acusadores, a la caza de recibos incriminatorios olvidados
en el bolsillo interior de tu chaqueta. Cansada ya, al cabo de los años, no me
queda más remedio que inventarme una aventura, al no darme tú otra excusa mejor
para poder abandonarte.
Vampiros, momias, fantasmas y muertos vivientes esperaban con ansia la llegada de la noche más escalofriante del año. Solo entonces daban rienda suelta a su lado más oscuro y se disfrazaban de abogados, oficinistas o escritores mediocres. Microrrelato ganador mediante votación popular del Concurso de Microrrelatos Espeluznantes en las 100 Tiendas.
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