Me
adentré en el bosque, una tarde más, ataviada con mi ajada capa
roja. Seguí el camino, el de siempre, tarareando la consabida cancioncilla.
Pasado el primer claro, apareció el maldito lobo feroz. Parecía cansado, más
que de costumbre, y sus profundas ojeras así lo atestiguaban. Yo también lo
estaba. Cansada y harta de las continuas humillaciones sufridas a lo largo de
los años. Aquel día solo buscaba una sola cosa: venganza. Así es que, antes de
que el lobo abriera su bocaza para preguntarme lo de siempre, saqué el revólver
de mi cestita y vacié el cargador sobre su barriga. Después, corrí.
Vampiros, momias, fantasmas y muertos vivientes esperaban con ansia la llegada de la noche más escalofriante del año. Solo entonces daban rienda suelta a su lado más oscuro y se disfrazaban de abogados, oficinistas o escritores mediocres. Microrrelato ganador mediante votación popular del Concurso de Microrrelatos Espeluznantes en las 100 Tiendas.
¡Vaya! ¿y ahora quién se viste de abuelita?
ResponderEliminarJeje. Buena versión.
Ya ves, Lorenzo, demasiado tiempo tomando a la niñita por tonta y al final se nos ha rebelado.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita, ya sabes que siempre eres bienvenido.
Un abrazo.