A sus siete años Samuel adora las palabras. Cada día intenta aprender alguna nueva y hoy ya ha elegido una.
-Mamá, ¿cómo se escribe "crisis"?
-Ahora no, Samuel, los mayores estamos hablando de nuestras cosas.
En los últimos meses a Samuel ya no le prestan la misma atención. Sí, es pequeño, pero no tonto. Sabe que algo raro está pasando a su alrededor, aunque no consigue saber qué es aquello que tanto atormenta a sus padres. Papá sale todas las mañanas temprano de casa, pero el bocadillo envuelto en papel de plata que mamá siempre le preparaba, ha sido sustituido por una carpeta llena de folios, todos ellos iguales. A Samuel le hace una gracia tremenda ver la foto de papá impresa en cada una de esas hojas.
La hora de la comida también es distinta desde hace algún tiempo. Ahora, en lugar de comer en casa, mamá y él hacen cola durante un buen rato frente a un comedor lleno de gente en el que no es posible elegir la clase de comida que a él le gusta. Nada de hamburguesas ni mucho menos de pizzas. Él intenta averiguar el motivo de tan drástico cambio, pero no se atreve a preguntar por miedo a entristecer más aún a su mamá. Ya casi no recuerda cómo era el sonido de su risa, hace tanto que no la oye. A cambio la descubre en cualquier momento llevándose las manos a la cara para intentar secar las lágrimas que caen por sus mejillas. Samuel ya no pregunta, simplemente la abraza con sus pequeños bracitos y le lanza besos al aire. "Cógelos, mamita, son para ti, te harán sentir mejor, seguro".
Por las noches nada mejora. Papá llega a casa exhausto "de patear la ciudad", dice, y entonces empieza una nueva discusión entre él y mamá. "¡Qué va a ser de nosotros!" o "¡Qué futuro le espera a nuestro hijo!", son algunos de los lamentos que Samuel escucha desde la oscuridad de su cuarto, rota sólo por un pequeño haz de luz proveniente de una vieja linterna con la que lee sus cuentos bajo las sábanas. Porque en casa ya no hay luz, sino multitud de velas colocadas por todos los rincones.
Samuel sabe, por el tono distinto de las voces de sus padres, que al día siguiente algo va a cambiar. No sabe lo que ocurrirá, pero, por si acaso, decide elegir ya una nueva palabra para su colección. Es una que últimamente escucha muy a menudo. No le preocupa su significado, pero desea fervientemente que esta vez mamá sí pueda explicarle cómo se escribe. Su palabra elegida será "desahucio", seguro que a mamá le encantará.
Segundo premio en el XII Concurso de Relatos Cortos convocado por la Asociación de Amigos de Castrovido de Salas de los Infantes (Burgos). Julio 2012.
-Mamá, ¿cómo se escribe "crisis"?
-Ahora no, Samuel, los mayores estamos hablando de nuestras cosas.
En los últimos meses a Samuel ya no le prestan la misma atención. Sí, es pequeño, pero no tonto. Sabe que algo raro está pasando a su alrededor, aunque no consigue saber qué es aquello que tanto atormenta a sus padres. Papá sale todas las mañanas temprano de casa, pero el bocadillo envuelto en papel de plata que mamá siempre le preparaba, ha sido sustituido por una carpeta llena de folios, todos ellos iguales. A Samuel le hace una gracia tremenda ver la foto de papá impresa en cada una de esas hojas.
La hora de la comida también es distinta desde hace algún tiempo. Ahora, en lugar de comer en casa, mamá y él hacen cola durante un buen rato frente a un comedor lleno de gente en el que no es posible elegir la clase de comida que a él le gusta. Nada de hamburguesas ni mucho menos de pizzas. Él intenta averiguar el motivo de tan drástico cambio, pero no se atreve a preguntar por miedo a entristecer más aún a su mamá. Ya casi no recuerda cómo era el sonido de su risa, hace tanto que no la oye. A cambio la descubre en cualquier momento llevándose las manos a la cara para intentar secar las lágrimas que caen por sus mejillas. Samuel ya no pregunta, simplemente la abraza con sus pequeños bracitos y le lanza besos al aire. "Cógelos, mamita, son para ti, te harán sentir mejor, seguro".
Por las noches nada mejora. Papá llega a casa exhausto "de patear la ciudad", dice, y entonces empieza una nueva discusión entre él y mamá. "¡Qué va a ser de nosotros!" o "¡Qué futuro le espera a nuestro hijo!", son algunos de los lamentos que Samuel escucha desde la oscuridad de su cuarto, rota sólo por un pequeño haz de luz proveniente de una vieja linterna con la que lee sus cuentos bajo las sábanas. Porque en casa ya no hay luz, sino multitud de velas colocadas por todos los rincones.
Samuel sabe, por el tono distinto de las voces de sus padres, que al día siguiente algo va a cambiar. No sabe lo que ocurrirá, pero, por si acaso, decide elegir ya una nueva palabra para su colección. Es una que últimamente escucha muy a menudo. No le preocupa su significado, pero desea fervientemente que esta vez mamá sí pueda explicarle cómo se escribe. Su palabra elegida será "desahucio", seguro que a mamá le encantará.
Segundo premio en el XII Concurso de Relatos Cortos convocado por la Asociación de Amigos de Castrovido de Salas de los Infantes (Burgos). Julio 2012.
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