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Seamos insolentes

Seis de la mañana. Suena el despertador y por mi cabeza pasan cientos de excusas posibles para no ir a trabajar. Maldigo una y mil veces a mi madre por parirme con este extremado sentido de la responsabilidad y me arrastro de la cama a la ducha. Consigo deshacerme de las legañas, pero no de la espesura mental que me acompañará casi hasta el mediodía. Tal vez el primer café del día pueda ayudarme. Me visto apresuradamente, cojo el bolso y salgo a la calle dispuesta a vivir un apasionante nuevo día dedicado a la limpieza de distintos inmuebles por un miserable sueldo, que me permitirá llegar tranquila hasta el décimo día del mes aproximadamente. Pero a veces la vida tiene sus puntos y de camino a la parada del autobús mis ojos se topan con la noticia del día: un juez cualquiera considera que llamar "zorra" a una mujer no es un insulto. No puedo evitar soltar una sonora carcajada, salida desde lo más profundo de mi garganta. "Está bien", me digo. "Si soy capaz de soportar jornada tras jornada, el constante bombardeo sobre cómo debo ser y cómo tengo que comportarme por ser mujer, no por esto el sufrimiento va a ser mayor". He alcanzado los 46 dentro de una talla 44, soltera, sin hijos y con trabajo poco poético, así que podré con esto. Hace frío, acelero el paso, no quiero perder el autobús que me llevará directa al paraíso nuevamente y pienso: "Sonríe, guapa, en doce horas volverás a estar en casa".


    Relato publicado en el libro electrónico Seamos insolentes
    Ediciones Destino S.A. 2011
    Noviembre 2011
    ISBN 978-84-233-1969-5 (epub)




Comentarios

  1. A veces la vida, tienes sus puntos.... La frase me la grabo a fuego amiga

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