Le hice creer que podía
controlarme, que era capaz de manejar mi vida al completo. Y, sí, eso es lo que
le mostré a lo largo de noventa y nueve páginas, pero en la número cien decidí
plantarme. Tan sólo tuve que sentarme en el suelo y permanecer inmóvil. Han
pasado ya dos años desde aquello y, todavía hoy, aquel pretencioso autor sigue
sin acabar su primera novela.
Vampiros, momias, fantasmas y muertos vivientes esperaban con ansia la llegada de la noche más escalofriante del año. Solo entonces daban rienda suelta a su lado más oscuro y se disfrazaban de abogados, oficinistas o escritores mediocres. Microrrelato ganador mediante votación popular del Concurso de Microrrelatos Espeluznantes en las 100 Tiendas.
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